
La eterna niñez de María Elena Walsh en su Casa Museo de Villa Sarmiento


Escritora, cantante, transgresora y feminista fueron algunas de las facetas de María Elena Walsh, plasmadas en su inmensa obra que se puede vivenciar y recorrer en su Casa Museo que además, funciona como centro cultural.
“No te vayas
Quédate
Que ya estamos de vuelta de todo
Y esta casa es nuestro modo
De ser”
Entre tantos versos, canciones y preludios delineados en su propia tinta, María Elena Walsh siempre recordó su infancia y, sobre todo, sus primeros años de vida que transcurrieron en su hogar de 3 de Febrero 547, Villa Sarmiento, en el partido de Morón.
Desde que nació, el 1 de febrero de 1930, la creadora de un sinfín de personajes e historias que marcaron y trascendieron de generación en generación, se emparentó con la casa que fue fuente de inspiración de todo lo que llegaría después.
Hoy, el hogar que acobijó a la cantautora hasta los 12 años, tiene las puertas abiertas para adentrarse en un mundo de rebeldía, imaginación y alegría que solo puede surgir de un ícono de la cultura argentina, que conmovió a las infancias y también a los adultos, con mensajes críticos a una sociedad ávida de sus entrelíneas y creatividad.
Allí, la pequeña María Elena vivió junto a su padre Enrique Walsh, empleado del ferrocarril, de descendencia inglesa y un gran pianista, junto a su madre Lucía Elena Monsalvo, quien era argentina con descendencia andaluz y una gran amante de la naturaleza. Además, tenía a su hermana Susana y a los cuatro hijos de su padre en primeras nupcias.
Por lo tanto, las canciones inglesas y la música en general siempre fue un refugio en sus primeros años. Todo lo que pasaba en el patio, rodeada de naturaleza con sus limoneros, higuera, naranjos y rosales, además del gallinero y los gatos, forjaron esa libertad e inspiraron a una María Elena que comenzaba a dar sus primeros pasos con la escritura.
En ese contexto, su infancia trascurrió en una casa de clase media, rodeada de música, libros y cine por la influencia de su padre y con la huerta y las flores, que su madre cuidaba diariamente. Así, de manera temprana demostró que no pensaba cumplir con las expectativas e imposiciones de la sociedad y expuso su ideología lejos de los estereotipos de la época.
Por entonces, su familia se muda a dos cuadras y sufre su primer cambio. “Voy a contarles lo que había entonces en Ramos Mejía” sugiere en su vals “Fideo Fino” y describe todo lo que ve desde un lugar más pequeño, alejada de todo lo que le había dado satisfacción hasta el momento. Acaso allí comenzó todo, dado que según revelara años más tarde, para escapar de tantas tristezas, empezó a escribir sus primeros versos. Por lo tanto, la pertenencia que sentía por su casa, su barrio, los vecinos, la escuela y el club, fue el semillero de lo que reflejaría su obra.
A los 12 años ingresó a la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano y a los 15 años publicó su primer poema “Elegía”, en la revista El Hogar y también lo haría para el diario La Nación. A los 17 años, se recibió de Profesora de Dibujo y Pintura y sufre la pérdida de su padre, a quien le escribiría en su memoria “Otoño imperdonable”, premiado con un segundo lugar.
Su adolescencia la transitó entre la timidez y el resguardo, por lo que la lectura siempre fue el mejor refugio y así, sus escritos comenzaban a llamar la atención de los medios gracias a su estilo y madurez a la hora de expresarse con sus jóvenes años.
A partir de ese momento, comenzó a estar más cerca de los círculos literarios y a codearse con las principales figuras de la escena nacional e internacional, por lo que inició el proceso de abrir sus alas y lanzarse al mundo, que la esperaba con los brazos abiertos.
Pionera de un estilo original, puro y de alto vuelo, María Elena Walsh se convirtió en escritora, cantautora, guionista, compositora, narradora y dramaturga y abrió un universo con nombre propio, convocando a todo aquel o aquella que precise de su ternura e irreverencia.
PUESTA EN MARCHA DEL PROYECTO DE LA CASA MUSEO MARÍA ELENA WALSH
La directora de la Casa Museo de María Elena Walsh, Victoria Babjaczuk, nos relata el proceso que llevaron a cabo, gracias a una decisión política de salvar la propiedad que habitó María Elena Walsh en la década del 30 y comienzo de los 40.
“El proyecto surge por una iniciativa del intendente, Lucas Ghi. Sabíamos que acá había vivido María Elena y, aunque no teníamos la certeza de cuánto tiempo, sí había un registro barrial y popular de que ella había vivido en esta casa. A partir de esa iniciativa, empezamos a buscar información más exacta y documentos que pudieran dar cuenta de su paso por este lugar y a través del financiamiento del Ministerio de Cultura de la Nación, a cargo de Tristán Bauer, logramos comprarla y ahí empezamos a pensar en el proyecto de Casa Museo”.
En ese sentido, la directora rescata la determinación municipal que fue el puntapié para comenzar con esta obra, que es un orgullo bonaerense. “El aporte del estado nacional y provincial fue fundamental, junto al Instituto Cultural, que nos permitió hacer toda la puesta del guion museográfico y también varias de las cuestiones internas del museo, las pudimos concretar del aporte provincial”.
Por lo tanto, fueron varios los factores que confluyeron para poder preservar y poner en pie, un sitio histórico, que evoca a una de las artistas más importantes nacida en la provincia de Buenos Aires.
Asimismo, Victoria Babjaczuk recuerda los inicios del proyecto, desde su compra, licitación y el momento en que ingresaron a la casa y su estado original. “Cuando entramos por primera vez, era una casa antigua, deshabitada y sin mantenimiento. La realidad es que los dueños anteriores, una familia armenia que vivió 50 años aquí y que fueron sumamente importantes en este proceso, no la habitaban”.
“La encontramos derruida, pero con la estructura original de la casa, con la posibilidad de reconstruirla. Hubo un trabajo muy importante para hacer, una tarea arquitectónica muy potente de restauración”, indicó la directora y resaltó que la ubicación de la propiedad ayudó a no haber sido un potencial proyecto inmobiliario. “Si hubiese estado en Ramos Mejía realmente ya no existiría. Así que estuvo de este lado y, al mismo tiempo, tuvimos la transmisión barrial de ese saber popular de que acá había vivido y que nosotros entendimos como gestión política que había que hacer algo con eso, que había que devolverle al barrio ese vínculo, ese amor por María Elena, a todo Buenos Aires y el mundo”.
EL MUSEO INTERACTIVO PARA SUMERGIRSE EN LA OBRA DE MARÍA ELENA WALSH
La Casa Museo abrió sus puertas el 17 de julio de 2023 y la directora, Victoria Babjaczuk, asume con orgullo que ya han pasado alrededor de 60 mil personas, sumando las visitas guiadas y las escuelas de todos los días. “No esperábamos menos pero no deja de sorprendernos, para un municipio tener un espacio que tenga tanta concurrencia y con los recursos limitados para la difusión, la verdad es que es algo muy emocionante para nosotros, recibir tanta gente, que lo disfruten y que quieran volver”, resaltó.
En la fachada, se puede ver una niña sentada en un banco de plaza que invita a entrar a su casa ahora museo. Luego de descubrir una línea de tiempo expuesta de manera lúdica, con el recorrido de la vida de María Elena, se encuentran las seis salas temáticas para ingresar sin escala al universo Walsh.
“El recorrido por la casa se pensó con un arraigo territorial fuerte. Nosotros al ser un proyecto gestionado desde el municipio de Morón, está muy presente nuestro vínculo con la territorialidad, que es algo que trabajamos mucho”, sostuvo la directora.
“Por lo tanto, el museo está muy vinculado con cómo María Elena vivió en comunidad. Ella nació y vivió en este barrio, entonces cuando uno llega a la casa se encuentra con un mapa en un contexto más amplio. Está presente la escuela, el club, la casa de Grete Stern, una fotógrafa muy conocida alemana que vivía justamente a unas pocas cuadras. Es decir, es un barrio que incluye un gran caudal cultural y que en ese momento tenía una vida social muy particular y María Elena lo relata en su obra”.
El contexto, por aquellos años, era de un barrio de casas quinta o de casas de familia de clase media, como se definía la escritora que no era “ni rica ni pobre”. “Era un barrio pujante, estamos hablando de la década del 30, un momento donde se inauguran la mayoría de los clubes de barrio que hoy conocemos, un momento de auge de las sociedades de fomento y de las instituciones educativas”, enmarca la directora.
Además, no contaban con material fotográfico para poder reconstruirla. “Solamente había una foto de afuera, así que la fachada la volvimos a su estado original, fruto de esa imagen que teníamos; otra nos la dio una vecina, más la que estaba en la biografía de María Elena, que ella tenía en su poder”. De esa manera, comenzaron a trabajar en la restauración.
“Todo lo que se ve adentro, son las salas tal como estaban y elementos que evocan su vida y el momento histórico. Hay algunas piezas originales, como los libros de su adolescencia, que están en la primera sala en un cajón, un cuadro de condecoración del padre por los 25 años de su trabajo en los ferrocarriles, que está en la segunda sala, y en la cocina hay una balanza que también era de la familia. Son los tres elementos que son propios de la familia Walsh. El resto, son elementos que se compraron en lugares de antigüedades, para poder llevarte a ese viaje hacia ese momento histórico, hacia la década del treinta”, se explaya la directora.
En cuanto a los asignados para la tarea de curación, Victoria Babjaczuk relata que desde la Unidad de Gestión Comunal N°7 de Villa Sarmiento, iniciaron el proyecto con el contacto con los dueños y su recuperación. “Después empezamos a articular con la Secretaría de Planificación del municipio, que son los arquitectos, con un trabajo bastante inédito, dado que tenía que ver con recuperar y preservar, y quizás están más acostumbrados a cuestiones más urbanísticas y en este caso, era otra cosa”, recuerda Victoria Babjaczuk
“Hicieron un trabajo alucinante, coordinado con el Ministerio de Cultura de la Nación, para tomar ciertas definiciones. Y luego, el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires contrató un equipo de museólogos, en este caso, la museóloga es Maribel García, quien trajo a su equipo de gente que fueron los que tomaron las decisiones del guión”.
Así, al ingresar, la sala de “Los Walsh” rememora a María Elena con su familia en esos primeros años, con su biblioteca con libros originales y retratos a cargo de César Carrizo. La siguiente sala te lleva a vislumbrar la música, el arte y los viajes, con elementos extraídos de su obra. Otra cuenta con un escenario, luces y un baúl con ropa para quien se anime a mostrar sus dotes actorales o musicales.
La siguiente sala es el baño, con una tortuga Manuelita como protagonista en la bañera como si fuera París, con canillas que se abren y suenan dulces melodías. Luego la sala que nos lleva a la habitación de María Elena, con su cama y una guitarra pequeña en su mesita de luz, como indicio de lo que vendría, con todo lo lúdico que inspiró a esta niña y su imaginación. Y, por último, la cocina que reivindica su rol feminista y la posición de la mujer por aquellos años.
La entrada a la Casa Museo es libre y gratuita y se puede visitar de miércoles a domingo de 11 a 18hs.
LA CASA DE NIÑA DE MARÍA ELENA WALSH ES ADEMÁS UN CENTRO CULTURAL
No hay nada más importante para una personalidad de la cultura como es y será María Elena Walsh, que ser recordada a través de los años, y que no solo sus creaciones continúen vigentes, sino que también pueda formar a futuros artistas.
En ese aspecto, Victoria Babjaczuk, quien preside la Casa Museo, lo aclara. “Cuando iniciamos el proyecto de la Casa Museo pensamos en difundir, promover la obra de María Elena Walsh y recuperar esa sensibilidad de la mayoría de las personas, que se querían reencontrar con su vida y obra. Y, al mismo tiempo, pensamos que a ella le hubiese gustado que este espacio que fue su casa, no solamente la empoderara a ella y la pusiera en un lugar de valor y reconocimiento, sino que también sea una posibilidad de acceso al arte para otras personas, así como ella tuvo de chica esa posibilidad”.
“En esa línea, fue que pensamos que este lugar también tenía que ser un espacio cultural y la estructura de la casa nos da la posibilidad de contar con un salón en el fondo, en donde además de brindar espectáculos, damos talleres que tienen que ver con el arte, como guitarra, música en general y literatura. Estamos pensando en abrir talleres de dibujo, de narración, de canto, para niños y para adultos, con esta intención”, describe la directora.
Todos los cursos que se ofrecen son libre y gratuitos a través de inscripciones con cierto cupo, pero siempre con la intención de poder participar pese a las limitaciones que puede exceder entre los vecinos de Morón y aledaños.
EL LEGADO DE MARÍA ELENA WALSH
María Elena Walsh delineo un universo original y poco explorado hasta el momento, y convocó a los más pequeños para ser su voz. Para Victoria Babjaczuk, imaginar a la artista hoy, tiene que ver con alguien que tenía la capacidad de “decir lo que otros no se atreven y ver lo que otros no pueden ver”, con esa mirada visionaria que atañe a los distintos.
“Era de esas personas que tenía un sentido del momento histórico que estaba viviendo, y que tuvo esa particularidad de decir cosas duras y hablar de una realidad difícil desde un lugar tierno, plural, con la tolerancia y la defensa de la democracia como bandera”, considera la directora.
“Es una referencia de lo que está bien, de esa identidad cultural nacional que rescatamos, porque ella de alguna manera construyó identidad, siendo una mujer argentina se fue metiendo y tejiendo esa identidad de la que hoy nosotros nos enorgullecemos”.
Muchas veces, cuando un artista toca nuestra sensibilidad nos preguntamos, qué de todo lo que es, logra conmovernos. En ese aspecto, quien estuvo desde el principio en el proyecto, lo devela. “A pesar de los cambios en el mundo, hay algo que es esencial a la humanidad y que María Elena logró captar y meterse en esa esencia. Seguir siendo un poco niño y que esa esencia en los niños es la misma”.
“Hoy estamos cuestionando el uso de la tecnología, el vínculo de los padres y las madres con los hijos, los límites. La realidad es que los niños siguen siendo niños y se adaptan a la realidad que tienen y la que pueden, pero tienen las mismas ganas de soñar, la misma inocencia”.
Así, la directora reflexiona sobre la importancia cultural de haber recuperado la casa de María Elena Walsh. “Lo que tratamos de hacer en el museo es aprender de su legado y potenciarlo. La rebeldía acompañada de una mirada tierna, de pensar en los más necesitados, en los desamparados. Ella pensó en los niños porque en ese momento los niños estaban bastante desamparados en cuanto a la atención que se les ponía, ella los rescató, dijo ´no, esperen... Uds. tmb tienen derecho a jugar, a divertirse, les voy a dar algo para que lo puedan hacer´, y mirá qué importante que fue que al día de hoy lo seguimos utilizando y nutriendo de eso”, concluyó.
En la cabeza y el corazón de María Elena Walsh convivía una gran imaginación que se gestó en sus primeros años de vida, en su casa de Villa Sarmiento y que forma parte de la identidad bonaerense.
Allí seguramente imaginó aquella vaca estudiosa, al brujito de Gulubú, la reina batata, la tortuga Manuelita o las aventuras del famoso Mono Liso y la mona Jacinta. Junto a canciones para ver, que daban pistas para tomar el té, estornudar, bañar la luna, vestirse o las bondades de ser un jardinero feliz.
Conocimos a la familia polillal, a una pájara Pinta, un perro salchicha y a un gato que pesca, mientras Osías se divertía en una juguetería, entre bagualas, chacareras, zambas, milongas, coplas, baladas y serenatas, que solo se pueden oír en el País del Nomeacuerdo, en el Reino del Revés o en la Casa Museo de María Elena Walsh.




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